Buenas y burbujeantes noches, las mías lo fueron con un buen cava español, varias botellas (no yo solo, que beber solo es malo para el alma, sino acompañado):
Por ser el primer día del año, voy a hacer un aporte, que quién sabe, capaz que hasta el día llegará, ojalá no muy lejano, en que encuentre su acepción un merecido lugar en el diccionario de la casa. Grande fue mi sorpresa al constatar con concienzudo y meticuloso cuidado que nunca a contertulio alguno de los aledaños le dio por dejar asentado qué quiere decir “meter la mano en la lata” en nuestro prestigioso foro. Y no será porque falten diarios ejemplos, en estos nuestros sures continentales, de abusos de confianza, de latrocinios, de quedarse o apropiarse de lo ajeno, consumados, por lo general, por políticos o empleados de confianza de los gobiernos o de las empresas.
Un origen prostibulario:
Los hermanos rosarinos (no se trata de una cofradía religiosa ignota, sino de los habitantes de la hermana ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, Argentina) dicen haber sido los padres de la criatura, fundando su pretensión en prácticas que eran habituales en las casas de putas de Pichincha, hoy barrio de culto y de visita obligada en esa ciudad, allá por las décadas del 20 y del 30. Según nos cuentan, los clientes que querían ayuntarse con alguna de las chicas debían pagarle a la madama. Esta les daba a los putañeros de entonces una ficha o lata “emitida” por la casa de lenocinio (muy similar a una moneda, pero de menor calidad y acabado). Esa lata, prueba de que habían “pasado por caja”, era depositada (rigurosamente antes de saborear las mieles carnales) en la alcancía de la afroditita elegida. Parece ser que más de un cliente, ruin y picarón, que siempre los hay entre los habitués de casas de tal fama, al momento de depositar su lata, halló la manera de “meter la mano en la alcancía”, sustrayéndoselas a quienes se las habían ganado de buena ley, con el sudor de... su frente, para gozar en posterior oportunidad, sin pagar un “sope”, de los servicios carnales de esa o de otras damiselas del quilombo.
¿Está vigente esta expresión en la tierra que la vio nacer?
¿Se conoce fuera de sus fronteras?
Equivocadamente hasta hoy, yo pensaba que se trataba de una expresión universal en el mapa hispanoparlante.
Saludos y buen comienzo de año para los que no se aburrieron y llegaron a leer hasta aquí.
Nota: se pueden ver unas fotos de unas latas (similares a una moneda) en el vínculo que puse en el segundo párrafo.
Por ser el primer día del año, voy a hacer un aporte, que quién sabe, capaz que hasta el día llegará, ojalá no muy lejano, en que encuentre su acepción un merecido lugar en el diccionario de la casa. Grande fue mi sorpresa al constatar con concienzudo y meticuloso cuidado que nunca a contertulio alguno de los aledaños le dio por dejar asentado qué quiere decir “meter la mano en la lata” en nuestro prestigioso foro. Y no será porque falten diarios ejemplos, en estos nuestros sures continentales, de abusos de confianza, de latrocinios, de quedarse o apropiarse de lo ajeno, consumados, por lo general, por políticos o empleados de confianza de los gobiernos o de las empresas.
Un origen prostibulario:
Los hermanos rosarinos (no se trata de una cofradía religiosa ignota, sino de los habitantes de la hermana ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, Argentina) dicen haber sido los padres de la criatura, fundando su pretensión en prácticas que eran habituales en las casas de putas de Pichincha, hoy barrio de culto y de visita obligada en esa ciudad, allá por las décadas del 20 y del 30. Según nos cuentan, los clientes que querían ayuntarse con alguna de las chicas debían pagarle a la madama. Esta les daba a los putañeros de entonces una ficha o lata “emitida” por la casa de lenocinio (muy similar a una moneda, pero de menor calidad y acabado). Esa lata, prueba de que habían “pasado por caja”, era depositada (rigurosamente antes de saborear las mieles carnales) en la alcancía de la afroditita elegida. Parece ser que más de un cliente, ruin y picarón, que siempre los hay entre los habitués de casas de tal fama, al momento de depositar su lata, halló la manera de “meter la mano en la alcancía”, sustrayéndoselas a quienes se las habían ganado de buena ley, con el sudor de... su frente, para gozar en posterior oportunidad, sin pagar un “sope”, de los servicios carnales de esa o de otras damiselas del quilombo.
¿Está vigente esta expresión en la tierra que la vio nacer?
¿Se conoce fuera de sus fronteras?
Equivocadamente hasta hoy, yo pensaba que se trataba de una expresión universal en el mapa hispanoparlante.
Saludos y buen comienzo de año para los que no se aburrieron y llegaron a leer hasta aquí.
Nota: se pueden ver unas fotos de unas latas (similares a una moneda) en el vínculo que puse en el segundo párrafo.